Enlace al capítulo aquí. La percepción de un objeto del mundo determina el concepto que el pensar obtiene a través de la intuición. De esta forma, la realidad nos es dada cuando a una percepción determinada uno un concepto por medio del pensar. El concepto queda determinado indirectamente por la percepción. Obtengo los conceptos según la naturaleza de mis intuiciones. Yo me auto-determino indirectamente cuando uno un concepto a una percepción. [1]
Pero en el caso de la “percepción del actuar de un ser humano” –de una individualidad ética– la búsqueda del concepto que determina dicha percepción –el concepto correspondiente a la percepción de su acto– ha de ser buscada como “intuición independiente” de mi propia intuición. Para la observación de la verdadera naturaleza de otro ser humano no me sirven mis conceptos, sino la observación de su naturaleza intuitiva. Habré de observar (1º) cómo forma sus conceptos a partir de su verdadera naturaleza intuitiva, y también habré de observar (2º) el contenido de los impulsos de su voluntad en las acciones de su biografía.
Para poder realizar esta observación, antes debo acrisolar mi propia naturaleza intuitiva. Esto no significa no tener intuiciones propias y por tanto no unir conceptos específicos a la percepción del actuar de otro ser humano, sino que soy capaz de observar su actividad sin que la mía propia interfiera. Para ello se requiere un largo camino de preparación, donde el observador es capaz de acrisolar su naturaleza intuitiva y, sin convertirse en una proyección auto-perceptiva, que sea capaz de reconocerse en la naturaleza intuitiva del “otro”. Y esta es la actividad propia del amor, pues el vehículo de la libertad es el amor.
[1] La auto-determinación por el pensar consiste en eso, en que yo obtengo mis conceptos de forma individual y que otros individuos obtienen sus propios conceptos, cada uno según su naturaleza intuitiva.
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