hombre-libre (1)

Capítulo IX. La Idea de la Libertad.

Enlace al capítulo aquí¿Cómo impregnar nuestro acto individual de voluntad con el elemento ideal universal? Ya que el "acto volitivo" procede de la "organización humana" la pregunta anterior se puede descomponer en estas otras dos:

  • ¿Cuál es la relación entre el acto de conocer y la organización humana?
  •  ¿Cómo procede de la organización humana el acto volitivo?

 

En 1918 Rudolf Steiner añade un texto con el que introduce los elementos de partida para responder a la pregunta: ¿Cuál es la relación entre el acto de conocer y la organización humana? Ahora se trata de observar la relación del pensar con la organización psico-física.  La "esencia del pensar" es independiente del organismo físico pero actúa sobre éste primero "reprimiendo su actividad (psico-física)" y después "alojándose en su lugar". Dentro de la "esencia del pensar" se halla el "Yo real", pero la "consciencia del Yo" surge mediante la impresión realizada por las huellas de la actividad pensante en la conciencia general del organismo.[i]

Ahora bien, ¿Cómo procede de la organización humana el acto volitivo?

En todo acto volitivo  se ha de considerar:

  • el IMPULSO: es el factor de la voluntad directamente relacionado por al organización humana. Es causa determinante permanente del individuo. Hunde sus raíces en el organismo humano y aflora a través de la percepción. Se denomina "disposición caracterológica" a la naturaleza individual de la organización humana que determina que ciertos conceptos o representaciones se conviertan o no en "motivos" de la voluntad.
  • el MOTIVO: es un factor conceptual o imaginativo. Es causa determinante momentánea de la voluntad. Motivo de mi voluntad puede ser un concepto puro (universal) o un concepto relacionado con una percepción individual (representación). Determinan la finalidad, el objetivo de mi voluntad: son las posibles representaciones y conceptos que pueden influir sobre mi "disposición caracterológica" de tal manera que se produzca un acto de voluntad.

Para examinar los "impulsos morales"  examinemos los elementos que componen la vida individual:

  1. La  PERCEPCIÓN a través de los sentidos. Aquí la disposición caracterológica del ser humano sólo produce los instintos animales más elementales (hambre, reproducción...) En el proceso de civilización de los seres humanos encontramos el "tacto o buen gusto moral" que asociado a una percepción suscita un comportamiento "inherente" a su disposición caracterológica.
  2. El SENTIMIENTO específico que acompaña a la percepción y que por la disposición caracterológica se traducen en impulsos para actuar. Entre ellos están los sentimientos inferiores de venganza, envidia... y los superiores de vergüenza, honradez, deber, arrepentimiento; y aun más superiores como humildad, compasión, agradecimiento, piedad y amor.[ii]
  3. El del PENSAR y REPRESENTAR. Cuando determinadas percepciones se han unido por la experiencia repetida a representaciones que se convierten en impulsos para actuar. Se denomina "experiencia práctica" y en ciertas situaciones de la vida pasamos de la percepción al acto volitivo prescindiendo de toda reflexión basada en la experiencia. Aquí la disposición caracterológica determina las experiencias de la vida que se incorporarán como experiencia práctica (Inteligencia práctica).
  4. La INTUICIÓN. Cuando el impulso de nuestro actuar es el pensar puro sin referencia a un contenido determinado de nuestras percepciones. Aquí la disposición caracterológica ya no juega un papel determinante. Lo denomina razón práctica. En este nivel se producen los actos volitivos verdaderos.

 

Así como los Impulsos provienen de la disposición caracterológica inconsciente muy cercana a la dinámica del organismo y a la percepción, los MOTIVOS son los móviles conscientes más cercanos al pensar y representar.

  1. La REPRESENTACIÓN del bienestar propio es considerado un motivo de la voluntad. Se enraízan en la parte más primitiva del actuar humano y se denomina EGOÍSMO PURO. La forma algo superior del egoísmo consiste en la así llamada "moral calculadora".
  2. Otro motivo ha de considerarse el contenido puramente conceptual de una acción basada en un sistema de principios éticos que regulan la vida moral en forma de conceptos abstractos. Es el sometimiento a una AUTORIDAD MORAL: cabeza de familia, estado, costumbre social, autoridad eclesiástica, revelación divina. Cuando no es una autoridad externa sino la moral interna se denomina la voz de la CONCIENCIA.
  3. Cuando la moral ya no está basada en la autoridad sino en la COMPRENSIÓN MORAL: comprender la causa por la que un precepto dado de comportamiento debe actuar como motivo. Se nombran dos ejemplos:
    • El mayor bienestar posible de la humanidad en su conjunto.
    • El adelanto cultural o la evolución ética de la humanidad hacia una perfección cada vez mayor.
    • Tanto el principio del bien general, como el del progreso cultural están basados en la representación.
  4. El principio moral más elevado que podemos imaginar es aquel que no tienen este tipo de relación establecida de antemano (representación) sino que surge de la INTUICIÓN PURA, y que sólo después busca el vínculo con la percepción (con la vida). Tales motivos vienen de la INTUICIÓN CONCEPTUAL. Sólo el contenido ideal de la acción actúa como motivo de la misma.

 

Cuando no influyen sobre nuestra conducta la disposición caracterológica ni la norma de un principio ético exterior el IMPULSO y el MOTIVO coinciden y la acción está determinada únicamente por su contenido ideal. Tales actos presuponen la facultad de INTUICIÓN MORAL: que es la capacidad de vivenciar en sí el principio moral que se ajusta a cada caso. Una acción se considera libre en tanto que su razón proceda del aspecto ideal de mi ser individual; cualquier otro aspecto de una acción, tanto si se lleva a cabo forzado por la naturaleza, como por la necesidad de una norma ética, se considera no libre.

En tanto que este contenido intuitivo influye en el actuar, constituye el contenido moral del individuo (Individualismo ético)[iii] En la medida que el principio moral vive intuitivamente en mí está unido a mi amor hacia el objetivo que quiero realizar con mi acción. Sólo cuando me guío  por mi amor hacia el objeto, sólo entonces soy yo mismo el que actúa. En este nivel de la moral no actúo porque me someto a un superior, ni a una autoridad externa, ni a la llamada voz de la conciencia. No reconozco ningún principio externo para mis actos, porque he encontrado en mí mismo la razón de mi “actuar”: el amor a la acción. No siento ninguna presión, ni la presión de la naturaleza que me guía en mis instintos, ni la presión de los mandamientos morales, sino que sencillamente quiero llevar a cabo lo que llevo dentro. La libertad del actuar sólo es concebible desde el punto  de vista del individualismo ético. La actuación según normas está justificada como escala de evolución. Pero el individualismo ético no vivencia las leyes como motivo sino que ordena sus actos de acuerdo con sus impulsos –intuiciones. Nuestra vida se compone de acciones libres y no libres. Pero no podemos llegar a un concepto completo del hombre sin pensar en el espíritu libre como la expresión más pura de la naturaleza humana.

Se plantean ahora dos cuestiones:

  1. ¿Cómo distinguir una  voluntad moral correcta de otra criminal? Sólo las acciones que se originan en la intuición son enteramente individuales, será correcta si mi intuición impregnada de amor se sitúa correctamente en el todo universal vivenciado intuitivamente, incorrecta si no es así. Pero la acción criminal no proviene de la intuición y no pertenece a lo individual del ser humano sino del instinto ciego  que es lo más general en el, de aquello que todos los individuos tienen por igual y que el hombre supera con su individualidad. Lo individual en mí no es mi organismo con sus instintos y sentimientos, sino el mundo coherente de las ideas que resplandecen en este organismo.
  2. ¿Cómo  es posible la convivencia de los hombres si cada uno sólo se esfuerza por hacer valer su propia individualidad? El mundo de las ideas que actúa en mí es el mismo que actúa en los demás. Sin embargo, esa unidad sólo es resultado de la experiencia de la vida. La individualidad adquiere su realidad porque el "otro" recibe del mundo común de las ideas otras intuiciones que yo. La individualidad sólo es posible si cada ser individual sabe del otro únicamente a través de la experiencia –observación. Si ambos nos inspiramos en la idea y no obedecemos a ningún impulso externo (físico o espiritual) no podemos sino encontrarnos en las mismas aspiraciones, en las mismas intenciones. Sólo el hombre no libre, el que obedece al instinto natural o a un precepto del deber, rechaza al prójimo si éste no sigue el mismo instinto y el mismo precepto. Vivir en el amor por la acción y dejar vivir por la comprensión de la voluntad ajena, ésta es la máxima fundamental del hombre libre.[iv]

En relación a los objetos del mundo exterior, la idea se halla determinada por la percepción; cumplimos nuestro cometido cuando descubrimos la relación entre idea y percepción. Pero en el ser humano no es así, su verdadero concepto como hombre moral –espíritu libre– no está unido de antemano en forma objetiva con la imagen perceptual “hombre”, para ser simplemente confirmada después por el conocimiento. El hombre tiene que unir por propia actividad el concepto de sí mismo con la percepción “hombre”. Esto sólo lo logra si ha encontrado el concepto de ESPÍRITU LIBRE, esto es, el concepto de sí mismo. La planta se transforma debido a la ley objetiva que le es inherente[1], el ser humano permanece en su estado imperfecto a no ser que tome la substancia de transformación que lleva en sí y evolucione por su propia fuerza. Todo ser tiene su propio concepto inherente (la ley de su ser y de su actividad); pero en las cosas del mundo externo, el concepto está unido a la percepción inseparablemente, y sólo separado de ella dentro de nuestro organismo espiritual. En principio, en el ser humano concepto y percepción se hallan de hecho separados, precisamente para que sea él mismo quien los una. Esto es, la actualización real del espíritu libre mediante sus propias fuerzas.



[1] Véase el concepto de “Tipo” en la obra “Teoría del conocimiento basada en la visión del mundo de Goethe



[i] [Acerca del método de conocimiento de la Antroposofía. Capítulo I del libro “Antroposofia y Filosofía de la Libertad”. Sergej O. Prokofieff. Ed. Antroposófica. Argentina. 2011] Pág. 84 Visto desde la ciencia espiritual el pensar cerebral sólo es una sombra, un cadáver del pensar vivo y esencial, que cada ser humano posee en el mundo espiritual desde antes de su nacimiento. (…) A este pensar esencialmente viviente, que tiene su origen en el mundo de las imaginaciones, debe llegar el ser humano de una manera nueva mediante el portal del estado de excepción. (…) En este proceso de vivificación del pensar que aparece primeramente en el ser humano como el pensar muerto, yace el primer germen de la resurrección vivenciada individualmente. (…) Pág. 27 Lo que significa el estado de excepción en un plano microcósmico en el conocimiento humano como traspaso de las intuiciones pensantes a la percepción imaginativa del mundo espiritual, corresponde macrocósmicamente a una imagen primordial del estado de excepción absoluto –existencial– de la muerte y resurrección del Cristo sobre la corteza terrestre.

[ii] Utilizo también el libro de Sergei O. Prokofieff "Antroposofía y Filosofía de la Libertad" [Ed. Antroposófica. Argentina. 1ª edición 2011.] En el capítulo 12 "La Filosofía de la Libertad y la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento" hace referencia al capítulo 9 de Filosofía de la Libertad.

[iii] [Nota en el capítulo IX a la edición Inglesa de Poppelbaum ]En la primera parte del libro el Dr. Steiner ha demostrado cómo un concepto puede ser captado por el Ego desde el “contenido_de_pensamientos” del mundo en un acto plenamente consciente de intuición. En este capítulo y el debate subsiguiente sobre la imaginación moral, muestra cómo un concepto libremente alcanzado puede ser impreso en el mundo como un acto sin perder el elemento de la libertad. Así se muestra cómo el espíritu puede trabajar creativamente en un acto humano de libre voluntad.

[iv] El orden social surge del individualismo ético (y nunca a la inversa) que vive las intuiciones morales como impulso para su actuar. Un individuo aislado se atrofiaría si no vivencia el “orden social” que surge como consecuencia necesaria de la vida individual. Esta es precisamente la finalidad del orden social, que influya a su vez favorablemente sobre el individuo.

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